José Luis Alberto Vico
56 años Trasplantado cardíaco en Fundación Favaloro

José es un hombre trabajador, que da todo por su familia y desde muy joven comenzó con tareas de estibador en el puerto de Mar del Plata. Los estibadores son los encargados de la  disposición de las mercancías a bordo de un buque, teniendo en cuenta su estabilidad y la ubicación más idónea para la navegación, así como la compatibilidad de las diversas clases de productos y la forma más racional de llevar a cabo las operaciones de carga y descarga de los buques, un trabajo de mucho desgaste físico.

 A los 33 años y luego de una serie de dolores poco frecuentes, José fue consultar a su médico, quien le comunicó que había problemas con la válvula mitral (válvula del corazón que abre y cierra el paso de la sangre de la aurícula izquierda al ventrículo izquierdo, su función es impedir que la sangre retorne del ventrículo a la aurícula al latir el corazón) y que debía operarse, pero en ese momento Luis cuenta, con algo de arrepentimiento, que:

“Tenía sólo 33 años, era joven, no me quise operar porque  tenía que trabajar para darle todo a mi familia. Cuando me detectaron mi enfermedad me separé y me hice cargo de mis hijos y eso fue lo que me hizo dar todo, hasta “casi” mi vida. A los 50 años mi corazón no daba más y la única salida para seguir con vida fue un trasplante. Esa noticia fue una bomba, y mi estado de salud se había deteriorado demasiado durante el último año de mi enfermedad y ya no quería saber más nada de internaciones, dolores y de no poder hacer nada. Hasta tuve 2 intentos de suicidio y fue por ello que no pude entrar a lista de espera por 3 años, hasta que me dieron el alta psicológica para esperar mi nuevo corazón, que en un momento pensé que nunca iba a llegar” y prosigue con otra visión totalmente cambiada sobre la vida: “Luego de recibir el 28/02/2013 mi trasplante la vida me cambió por completo. Ya no me hago problemas por cosas que no valen la pena y disfruto a quienes me mantuvieron con vida todo este tiempo que son mis hijos.

Me di cuenta quienes son las personas que están verdaderamente  y por eso valoro mucho a los que estuvieron en mi peor momento. No tengo manera de agradecer a esa familia que en un momento de tanto dolor donaron los órganos de un hijo, hermano o padre que me salvó la vida” cuenta Vico, quien pudo volver a bailar, salir a disfrutar un paseo sin agitarse al tercer paso y que culmina su relato dando un mensaje a la sociedad: “ Primero agradecer a la sociedad porque ellos me salvaron, una persona anónima que no sólo me salvó a mi sino que dio vida a 3 o 4 personas más. Y no sólo nos salva a nosotros sino que todo nuestro entorno se recupera de una situación de enfermedad. Donar órganos salva familias enteras”.